dilluns, 27 d’abril del 2015

Hace tres años



Hace mucho tiempo dejé de creer en ese amor idealizado. No se trataba de volar ni de fuegos de artificio, sino de ser y dejar ser, de cuidar y ser cuidada, de respetar y ser respetada. De reír, de soñar, de idear y crear juntas. De amarnos, querernos, desearnos al mismo tiempo que sostenernos, apoyarnos y defendernos cuando el suelo parece temblar a nuestros pies.

Un buen día, sorprendiéndome a mi misma volví a sentir esos fuegos de artificio, esa sensación de elevarme del suelo, esa atracción que empuja el cuerpo hacia adelante cuando la tienes en frente. Ese día fue exactamente el 13 de abril del 2012. Dos semanas más tarde, ese remolino de sensaciones seguía en mi interior y a las 5 de la mañana ya no pude más. Siempre he creído que no he sabido jugar mis cartas en el amor, hoy puedo decir que me tocó la lotería. Y eso ocurrió porque ambas decidimos dejar a tras todos nuestros miedos y jugar en esta vida juntas. 



Solo puedo darte las gracias por apostar conmigo. Y decirte que espero que esta apuesta nunca termine. Te amo.

dissabte, 11 d’abril del 2015

A ella no le gusta que lo haga

A veces pienso que tengo que hacer algo para no tomarme la medicación, a ella no le gusta, y siempre que me la tomo se va.


La soledad es muy mala ¿sabéis? Y no hablo de esos momentos que una busca para estar tranquila, haciendo lo que le plazca, conectando con esa parte interior que rodeada de gente en ocasiones nos  parece distorsionada. Hablo de sentirte sola de verdad, con todas las letras y en mayúsculas.

A mí antes no me pasaba esto. Yo tenía una vida normal, bueno quizás no pensareis que era una vida normal, pero fue la mejor vida que había logrado alcanzar nunca. Había conseguido tener por fin una pareja que me quería del mismo modo que yo la quería a ella y ninguna de las dos estaba por encima de la otra en nuestra relación. Ambas manteníamos el negocio a medias, lo teníamos todo controlado, no se nos escapaba ni un detalle. Y aunque pasáramos días separadas para que los planes salieran como queríamos, las dos volvíamos a sentir mariposas en el estómago en cada reencuentro.

Un día tuvimos que decidir si seguir adelante o quedarnos donde estábamos. Sabíamos el riesgo que corríamos si nos lanzábamos al gran mercado y aunque nunca fue nuestro objetivo, teníamos que reconocer que nos habíamos enganchado a las emociones fuertes, y si algo nos daba el narcotráfico, era descargas de adrenalina constantes.

Hasta que un día todo se fue a la mierda. Al hacernos grandes corríamos mayores riesgos y lo sabíamos, y un día alguien nos falló. Y lo hizo cogiéndonos totalmente desprevenidas. ¿Quién iba a pensar que iban intentar matarnos en medio de la calle? Pues lo hicieron, le pegaron un tiro en medio del pecho y calló sin vida al suelo. Marco se quedó con ella mientras esperaba que vinieran a recogernos y yo, que vi perfectamente quien disparó, salí corriendo detrás de él. No recuerdo la escena con grandes detalles de lo que nos rodeaba, pero si le recuerdo a él corriendo, mirando hacia atrás de vez en cuando y disparando su arma sin acertar a darme. Recuerdo como salté sobre él cuando vi que lograba alcanzarlo y como lo maté a golpes. Primero le estampé la cabeza contra el asfalto y luego empecé a darle puñetazos en la cara. Le rompí la nariz, le rompí los pómulos, le partí los labios, le saltaron los dientes. Su cara estaba totalmente ensangrentada cuando me agarraron por detrás y me levantaron.

Había querido arrebatarme lo único que le había dado sentido a mi vida y yo le arrebaté la suya.

Desde entonces vivo en el pabellón de psiquiatría de esta prisión. Donde el psiquiatra quiere atiborrarme de pastillas cada vez que le hablo de ella y yo hago lo posible por evitar tomarme esas pastillas delante de las enfermeras porque sé que a ella no le gusta que lo haga, porque cuando me las tomo no viene a verme.

© Carola C. Ballesteros