dimarts, 28 de maig del 2013
13...
Algunos dicen que el número 13 da mala suerte, pero ahora mismo no es más que el número de meses que Sandra y yo llevamos juntas. Y solo por eso, ya no es un mal número. Vamos sumando días, vamos sumando semanas, vamos sumando meses, vamos viviendo nuestra vida juntas.
Nos queda mucho por vivir, pero disfrutando del presente que es lo que nos llena.
dimecres, 8 de maig del 2013
Nuestra distancia
Son las 8 de la mañana. Sé que si salgo ahora en dirección a la estación
llegaré antes incluso de que el tren esté esperando a que todos los pasajeros
suban a él, pero, de todos modos, no puedo quedarme más en casa. Hace un mes
que mis manos no tocan su piel, que mis labios no besan los suyos, que mi
lengua no prueba su sabor. Y aunque nos hayamos acostumbrado a esta situación,
que saberla con fecha de caducidad la hace más llevadera, las horas previas a
verla parecen eternas.
El tren sale a las 09:37. 27 minutos me separan de la estación. Llego a
ella a las 8:43. Hace días que tengo el billete, de modo que decido matar el
rato tomando un café. La música suena en mis auriculares desde antes de salir
de casa. Desde el segundo viaje a la capital desistí de llevarme el libro que
me estuviera leyendo, pues perdía el hilo fácilmente. Cualquier canción que
suene en el reproductor me recuerda a ella, y cada una de ellas me inspira una
historia distinta, de modo que aprovecho para llevarme el portátil e ir
aumentando la lista de relatos.
Pero todos y cada uno de ellos, aunque en ambientes distintos, situaciones
variopintas, terminan hablando de lo mismo: su voz a las 6 de la mañana dándome
los buenos días, sus besos a las 12 cuando amanecemos juntas, apenas unas horas
más tarde de haber caído rendidas después de amarnos toda la noche, como si el
reencuentro fuera la última vez que fuéramos a vernos. Su sexo todavía húmedo
que junto al mío inundan la habitación de una fragancia que no hace más que
acrecentar el mutuo deseo que no deja de abrumarnos en cualquier lugar en el
que nos encontremos.
Son las 09:25. Imagino que el tren estará llegando al andén, así que decido
cerrar la tapa del ordenador. En breve subiré al vagón y seguiré con las líneas
que me entretienen en estas horas que me separan de ella. Como cada vez que
cojo el tren para ir a verla, me pregunto si habrá alguien en la misma
situación que nosotras, que se encuentran temporalmente separados de la persona
a la que aman. Si sueñan con sentir dentro de ellos esa sensación que embriaga
cuando el tren se adentra en la estación de Atocha y ella está ahí. Si se
buscan mientras el tren no para, si ven como ella se acerca a la puerta por la
que bajaran.
Cada persona tendrá su historia, a veces creo que no puede haber una como
la nuestra, pero seguro que hay quien piensa lo mismo. Y aunque a veces me
ponga a imaginar cómo será la de cada uno de los pasajeros que me acompañan en
el viaje, siempre termino ensimismándome en el relato que me nace de dentro. Y
aunque cada uno sea distinto todos terminan hablando de lo mismo, recordando la
última vez que la vi esperando que bajara del tren, imaginando como será la
próxima, para la que queda apenas un suspiro.
Intento adivinar la ropa que llevará
puesta, aunque nunca logro acertar y siempre la encuentro más hermosa de lo que
espero. Intento imaginar cómo se habrá peinado, hace unos días me dijo que se
había cortado el pelo y no ha querido mandarme ninguna foto para sorprenderme,
quiero imaginar que se habrá hecho, pero seguro está preciosa. Solo espero poder ver esos ojos grandes y
oscuros que brillan al mirarme.
Desde megafonía anuncian la última parada. Atocha y ella están a menos de 5
minutos de distancia. El ordenador lleva apagado desde hace cerca de 20
minutos. La proximidad empezaba a aumentar mi ritmo cardíaco y se me hizo
imposible seguir escribiendo. Lo tengo todo recogido. Me miro en el cristal
para verme en el espejo. El tren empieza a aminorar la marcha, estamos
llegando. Las luces de la estación ya se ven. Me levanto para acercarme a la
puerta y no tener que esperar que el resto de pasajeros bajen. Me echo la
mochila al hombro para salir más cómodamente. Miro como corre el andén y la
busco entre la gente.
La veo, me ve, nos vemos. El tren se para y salgo la
primera. Se ha cortado el pelo de un modo muy jovial y su mirada se le ve
limpia. Sus labios se sonríen cada vez más mientras me acerco a ella. Siento su
aroma cada vez más cerca. Nuestras manos son las primeras en entrar en
contacto, nuestros cuerpos se juntan en un abrazo mientras nuestras bocas se
buscar para fundirse. Nuestras lenguas juegan a reconocerse mientras nuestras
manos se pierden en el cuerpo de la otra. Agarro su cuerpo para retenerla cerca
de mí. Para evitar que se separe de mi si en algún momento se le ocurre
hacerlo.
Nos separamos para vernos, para
mirarnos, para saludarnos, para volvernos a besar, para iniciar el camino a su
casa. Dentro del metro nos miramos, nos acariciamos las manos y la cara, recorremos
nuestros cuellos, nos agarramos con fuerza las manos compartiendo la emoción
del reencuentro. Siempre que ella viaja a Barcelona, igual que cuando voy yo a
Madrid, vemos a los amigos, pero reservamos esas primeras horas para nosotras y
dejar que nuestros cuerpos se enreden reconociéndose y dando rienda suelta a
esa atracción evidente entre nosotras.
Llegamos a su casa, y como siempre, me ofrece esa copa de vino que nos
tomamos en cada ocasión especial, que esta vez ha decidido acompañarla con un
par de fresones. No puedo dejar de besarla y de apartarme para poder verla
bien. La extraño cuando estamos separadas, por eso en cada reencuentro
aprovecho cada segundo que tenemos para repasar cada centímetro de su piel. La
miro y le recuerdo lo preciosa que es. La acaricio sintiendo como su piel se
estremece al contacto con las yemas de mis dedos. Bebo un poco de vino y cojo
una de las fresas, la mojo en el vino y se la ofrezco…
diumenge, 5 de maig del 2013
Volver a verte
Aunque parezca una contradicción cada día tengo estoy más acostumbrada a no
tenerte todas las noches a mi lado y, al mismo tiempo, cada día se me hace más
larga la espera a volver a verte.
Esta noche vuelvo a tenerte conmigo, tengo muchísimas ganas de abrir la
puerta y encontrarte ahí, esperando a que salga.
dimecres, 1 de maig del 2013
Lo conseguiremos
A veces la vida
nos pone a prueba y a veces esta prueba dura más tiempo del que esperábamos
desde un inicio. Dure lo que dure no nos queda otra opción que seguir adelante.
La vida sigue y
aunque no salga el sol amanece. Y para conseguir aquello que queremos tenemos
que seguir adelante. Seguir luchando. A veces hay que cambiar el modo de
hacerlo cuando no sale del modo que nos gustaría, pero eso no quita que
tengamos que seguir luchando.
La vida un día
volverá a sonreírnos y si lo va demostrando en algunos aspectos hay que creer
que seguirá pasando en el resto de cosas que hoy por hoy no lo hace. Sé que es
muy fácil d decir y no tanto de llevar a cabo, pero no nos queda otra. El día
que la tranquilidad y la estabilidad nos llegue, sabremos valorar muchísimo más
las pequeñas cosas que tenemos. Y seremos felices con tan poco que cualquier
otra cosas será mucho más grande de lo que nunca lo fue. No queremos grandes
lujos pero para tener los pequeños toca seguir luchando o no llegarán nunca.
Sé que lo
conseguiremos, tiene que ser así. Y lo
será.
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