dissabte, 29 de novembre del 2014

Viaje a Madrid ya está casi listo


Ultimando los detalles para que Viaje a Madrid vea finalmente la luz.
Si lo queréis, solo tenéis que escribirme a inua.ccb@gmail.com     
En cuanto tenga el relato en mis manos os lo haré saber y os daré más detalles.

divendres, 7 de novembre del 2014

Calor



Salgo de casa directa a su encuentro. Hace mucho que espero este momento y aunque seguramente no sea el más adecuado para mantener esa conversación que tenemos pendiente, sé que si lo dejo escapar, cabe la posibilidad de que no se repita.
Salgo a la calle y los 37ºC y la humedad del 78% me da un golpe en toda la cara. Otro aviso de que puede que hoy no sea el mejor día para hablar. Un calor sofocante puede alterar nuestros sentidos.
Acabo de salir de la ducha, y mientras espero en el andén a que llegue el metro  que me llevará a su casa, a su casa,… siento como todos los poros de la piel se me abren dejando la puerta abierta a una transpiración que amenaza con pegarme la ropa al cuerpo. Subo las escaleras del metro recordando todas esas premisas que llevo preparando desde días después de salir de su casa por última vez. Aquel día en que Marta me dejó, tan fríamente que no solo me heló las manos y la cara, sino también la sangre que recorría mis venas.
Recordando aquel frío vuelve a mí la asfixiante realidad, el calor vuelve a golpearme y no deja de hacerlo cuando llego a su casa. Está sola, pero Helena, su compañera de piso, puede llegar en cualquier momento; de modo que usando una ensayada falsa naturalidad, me dirige a su habitación mientras va a la cocina a por agua.
El calor se ha intensificado en el mismo momento en el que he entrado en su casa, y más ahora que está sentada frente a mí en su cama… su cama… Aunque la ventana está abierta no hay apenas corriente. De un modo totalmente natural, mi cuerpo se ha levantado a encender el ventilador y al volver a sentarme frente a ella la veo, con esa media sonrisa satisfecha, quizás por no encontrarme tan crispada como esperaba, lo que me pone de nuevo los pies en el suelo.
-He venido porque me has prometido respuestas – le digo. – Dudo mucho que vaya a encontrarlas, pero mi motivo para estar aquí no es más que ese.  
-Hace un calor insoportable. Quizás hubiéramos tenido que vernos más tarde o en otro lugar.
Quizás no, seguro – Pienso, pero no digo. Ambas sabemos perfectamente porque me ha citado allí, pero si no hubiera aceptado de vernos en su casa, presiento que nuestro encuentro se hubiera cancelado para siempre sin recibir nunca esas respuestas que dice que me debe ahora que yo ya he dejado de pedírselas.
-Da lo mismo. Hace mucho calor en todas partes hoy.
Marta se me antoja dubitativa. Se recoge el pelo, parece nerviosa. Intuyo como una gota de sudor le baja por el cuello, tiene la piel brillante de la inevitable sudoración del momento. Lleva unos pantalones muy cortos y una camiseta sin mangas con un gran escote, indumentaria perfecta para la temperatura de su casa. Ahora empiezo a darme cuenta de que debería haber declinado su invitación. Esa gota de sudor me ha hecho recordar cuando mis manos se deslizaban por su espalda, cuando dibujaba el mapa de sus pecas…

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-Anna, no sé cómo empezar… -Suerte que ha interrumpido mis pensamientos…
-Siempre se te ha dado muy bien la verborrea y ya sabes que tengo buena capacidad de síntesis –Le digo eso, con el tono más serio y estéril que me nace de dentro, mientras cojo la jarra de agua y me sirvo. Siento la boca seca.
Marta empieza a hablarme de cómo estaba ella antes de empezar aquello que fuese que tuvimos, de que yo ya sabía que el equilibrio emocional no era precisamente su mayor virtud. Habla de lo que ocurrió entre nosotras como un paréntesis en el infierno que estaba viviendo.
-Cuando estaba contigo podía sentir de nuevo, dejaba de estar apagada por dentro, volvía a experimentar emociones positivas y una pasión que creía enterrada…
Ahora que empieza a nombrar todo aquello que dice que le resurgió al estar conmigo, la mente se me vuelve a ir a aquellos instantes en que lo nuestro parecía realmente una historia de amor de película. El bochorno del ambiente ya no sé si es culpa de la ola de calor que está dejándonos atrás o del ardor que nace del interior de mi cuerpo al recordar las conversaciones que manteníamos, casi todas abrazadas la una a la otra, después de hacer el amor, el 90% de las veces en esta misma cama…
-Marta, recuerdo esas conversaciones. Creía que venía a que me contaras algo que no sé.
Empiezo a sentir que mi enfado no es hacia ella, sino hacia mí. Por saber que ese no era el mejor escenario para aquella conversación y por haberlo aceptado igualmente. Pero ¿Por qué lo he hecho? ¿Por esa conversación o por aprovechar una oportunidad que sé que no se repetirá?
El calor parece seguir en aumento. Ya me he bebido tres vasos de agua. El nerviosismo de Marta se me antoja entre desesperante y conciliador. Su verborrea salta de la pasión que compartimos al clímax de la misma. Su discurso me hace volver a ese preciso instante. Marta tenía la piel brillante por el sudor provocado durante aquellas 3 horas de sexo desenfrenado. Tenía la piel tan brillante como ahora. Sus ojos se clavaban en mí, encendidos en una pasión que la desbordaba y que me llevaba a agarrarle las manos pidiéndole que frenara, aunque solo fuera para dejarme respirar. Y cuando caí rendida, me dejó sin más, y cuando digo sin más, es literal.
Ahora me mira para evitarme después, sus ojos se fijan en los míos para bajar a mirar mis labios mientras se humedece los suyos. Siento la sequedad de su boca desde el otro lado de la cama. Se calla, bebe agua y me mira habiendo perdido el hilo de su propio discurso.
-Marta, ¿por qué has querido que viniera?
Me mira perpleja. Mientras espero su respuesta le lleno el vaso que sostienen todavía sus manos, para luego quitárselo y beberme yo el agua. Nunca le he exigido nada, no lo estoy haciendo ahora tampoco. Siempre la dejé llevar el ritmo de nuestra relación. Creo que más por el puro egoísmo de saber que era el único modo de poder disfrutarla a mi lado el máximo tiempo posible, que por cualquier otro motivo.
-Porque creo que te debo una explicación.
Ella sabe perfectamente que no me la está dando. Sabe que está mareando la perdiz. Sabe que hablar sobre una cama en la que hemos estado más horas follando que durmiendo solo puede llevar a confusión. Sabe que meter nuestros cuerpos entre un calor ambiental abrasador y unos recuerdos demasiado húmedos es suficiente para lograr llevar nuestra conversación por unos derroteros que ya no son necesarios.
Por algún motivo que no sé Marta vuelve a sentir, vuelve a tener emociones removidas, vuelve a tener ganas de sexo. Todo ello mezclado con un calor que convierte el ambiente en impenetrable la llevan a recordar todo el sexo vivido en aquella habitación y, sencillamente, se acuerda de mí. Y por ello me ha llamado.
Ya no necesito esas explicaciones y si he aceptado su invitación es precisamente para complacerme con lo que ella busca. Y aquí estoy yo, dispuesta a darle lo que quiere una vez más, dispuesta a hacerlo del modo que quiere una vez más, pero solo una vez más.
Lo que ninguna de las dos sabemos, es que cando salga de esa habitación ambas seremos las únicas personas en la ciudad que no necesitaremos de aire acondicionado para sentir un ambiente tan frío como capaz de quebrar la piel de nuestras manos.
© Carola C. Ballesteros