Cada uno de los relatos que leía denotaba su sensibilidad y su forma de
vivir la vida. Cada uno de ellos, aunque diferentes, tienen algo que los hace
asemejarse, y eso hace que algunas personas crean que todo lo que sale de su
pluma lo haya vivido antes de inmortalizarlo.
Sabía que su chica era consciente de ello, sabía que le gustaría escucharla
recitar sus relatos y sabía que le gustaría mucho más escucharla recitar
aquello de lo que era protagonista. El espacio estaba oscuro, el único punto de
luz iba dirigido a ella, sabía dónde estaba sentada, sabía que si levantaba la
cabeza la tenía justo delante, y sabía que estaba pendiente de ella.
No podía verla pero se sonreía solo de pensar en que ella seguramente
estaría haciendo lo mismo. Sabía que le gustaba su forma de escribir, y le
encantaba leer aquello que estaba escrito pensando exclusivamente en ella, así
que conociéndola, podía imaginar la cara que estaría poniendo mientras leía
aquello que intentaba inmortalizar lo que sentían en sus reencuentros.
Las luces se encendieron, el recital había terminado, todas compartían pareceres.
Estaban una en cada esquina de la sala. Se veían pero había mucha gente entre
ellas. Hablan con las demás chicas pero sin dejar de apartar la vista repetidas
veces para buscarse con la mirada. Al fin se encuentran una enfrente de la
otra.
- Me encanta oírte recitar.
Se besaron, con las ganas con las que se besan en los reencuentros de los
que hablaba algún relato.
- Me encanta como me transportas de nuevo a esos momentos que vivimos.
Volvieron a besarse. No hay segundo que estén cerca y no quieran sentir el
contacto de sus cuerpos juntos, sea un beso, una caricia, las manos cogidas,…