La cama está fría. Vuleve a dormir a un lado de la cama. El otro ya tiene nombre. Esa noche le toca dormir sola y aunque descansar no le hará ningún mal, la cama huele a ella y aquello no ayuda a dejar de recordar el calor de su cuerpo, el roce de sus labios, la delicadeza de sus manos, el deseo en sus susurros, el sabor de su piel y la intensidad de su mirada.
No tendrá que esperar mucho para volver a tenerla de nuevo en la cama. y también le gusta echarla de menos porque eso aumenta el disfrute de las próximas horas que pasen juntas. Así que cerrará los ojos acompañada de aquella sonrisa que no se le despega desde hace algunos días.
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