Desde el mismo día en que se conocieron supo que aquella mujer tenía algo especial. Su forma de mirar. Su forma de tratar. Su forma de abrazar. Su forma de escuchar. Todo lo hacía de un modo distinto al del resto de mujeres que conocía. Y también lo hacía con ella. Desde el mismo instante en el que se conocieron le abrió los brazos, y poco a poco la confianza, el cariño y la complicidad fueron creciendo. La quería en su vida, y bien cerquita. Y un buen día, sin darse apenas cuenta de lo que ocurría en su interior, surgió el deseo.
Tenía su cara a escasos centimetros de la suya. Llevaban toda la noche entre risas, charlas y bailoteos. Y de repente la tenía ahí. Sonriéndole. Cómplice de aquel momento, pendientes de sus amigas. Sé quedó totalmente descolocada. No podía negar que había imaginado como podía ser estar con ella y todo lo que le venía a la mente era maravilloso. Pero no quiso en ningún momento poner en juego aquella amistad. En muy poco tiempo había llegado a quererla como persona y no estaba dispuesta a echar aquello por la borda.
Pero desde aquel día no podía sacarse aquel momento de la mente. Y sin darse apenas cuenta algo cambio en ella, en su forma de querer acercársele. Llegó el día de Sant Jordi y a pesar de sus dudas lo hizo. Sabía que le gustaba leer y no hizo más que regalarle aquel libro que tanto decía de ella misma. Es una soñadora, no puede ser menos si la llaman romántica empedernida, y aquel libro no era más que una puerta a Fantasía, así que fue y lo compró para ella.
No sabía como dárselo. No tenía idea de como iba a reaccionar. Y no pudo hacerlo de un mejor modo. Aquella noche la sintiómás cerca que nunca. Llegó a dudar de si había sido solo una sensación suya. Pero aun y no sabiendo callar aquella noche la protagonista fue ella, y le encantó escucharla. Se fue a su casa con una estraña sensación. No sabía si había dejado escapar una buena ocasión para acercársele. Pero algo tenía muy claro. Pasara lo que pasara le encantaba disfrutar de aquella mujer y era lo que había hecho. Dicen que las cosas pasan cuando tiene que pasar. Y ella no pretendía volver a errar.
Aquello sucedió un lunes y el viernes volvieron a salir. Nunca fue su intención que aquello ocurriera de noche, pero volvió a ocurrir. Reirse con ella, hablar con ella, disfrutar con ella, bailar con ella,.. todo aquello no hacía más que aumentar el deseo que había empezado a surgir dos semanas antes... Hasta que hubo un momento en el que no pudo aguantarse más. Sentía que se la jugaba. Pero dicen que vale más la pena arrepentirse de lo que una hace de lo que no hace, y si aquel deseo no era correspondido seguro podría seguir con aquella hermosa amistad que había nacido entre ellas. Acercó sus labios a los suyos el tiempo que su mano se enredaba en su cabello como muestra del deseo de no dejarla escapar. Aunque no hubiese sido necesario. No quiso escapar.
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