Sí,
trabajo con yonkis, o puede que ya no, ahora son más farloperos porque la
mayoría ahora ya no se meten por la vena quedándose tirados en la calle con la
chuta enganchada al brazo, dejando las calles de ciertos lugares de Barcelona
infectadas de jeringuillas llenas de sangre.
Sí,
trabajo con gente que ha hecho sufrir a sus familias perdiendo su rumbo y su
vida por seguir metiéndose algo en el cuerpo que les dejaba anulados,
llevándoles incluso a robar, a delinquir y a hacer daño a terceros en algunas
ocasiones. Trabajo con gente que tiene órdenes de alejamiento, condenas de 20
años, que sus familias ya no saben cómo confiar ni en ellos, ni en que salgan
de donde se han metido. Trabajo con gente a la que se le ha ido la cabeza de
meterle tanta mierda a su cuerpo.
Trabajo
con gente a la que le cuesta aceptar un no, a la que le cuesta esperarse a
mañana a tener algo que quieren, a la que le das un brick de leche para
compartirlo con los demás y se acuerdan de que no era solo para ellos después
de tomárselo entero.
Pero
¿sabéis que? El consumismo no es una característica única de las personas que
han sido adictas a alguna sustancia, porque ¿quien no quiere ese móvil nuevo
que sale en televisión? ¿Quien no quiere esa nueva tablet que hace lo mismo que
tu móvil y tu ordenador juntos? ¿Quien no quiere esas vacaciones que te las
paga el banco bajo tu compromiso de devolver ese dinero y el doble en
intereses? ¿Quien no quiere pasarse la tarde tomando unas cañas con los colegas
en el bar cuando las litronas en casa cuestan muchísimo menos? ¿Quien no quiere
ese cochazo con todos los extras cuando no sabes si podrás ponerle gasolina al
mes siguiente? ¿Quien no quiere comprarse ropa siempre que le ingresan la
nómina?
Yo
lo único que sé es que trabajando por la reinserción social de personas
drogodependientes me encuentro mucho más que gente que hace tiempo consumía
drogas. Me encuentro con personas que lo han perdido todo y lo saben, y que al
saberlo y sufrir emocional, física y en ocasiones también, mentalmente las
consecuencias, quieren ponerle remedio, por ellos mismos y por todas aquellas
personas a las que han dañado. Me encuentro con personas que cuando se dan
cuenta que todos las negativas que reciben son por su bien, que se les escucha
aun y que repitan las mismas cosas una y otra vez porque hay algo que se les
resiste, que no se les juzga sino que se les ayuda a conseguir lo que
quieren, que por mucho que sea un trabajo nos comemos la cabeza por encontrar
aquello que a cada uno de ellos les servirá, etc. Cuando se dan cuenta de que
nosotros si creemos en el cambio, entonces, te sonríen cuando a ti no te
resulta tan fácil, porque saben que tu les has sacado mil sonrisas antes; te
preparan un café todas las mañanas para que empieces bien el día, se preocupan
por que el día de tu cumpleaños también tengas esa postal que tu les has hecho
personalmente a cada uno de ellos, se preocupan porque si te duele la barriga
ese dolor desaparezca, esperan que seas tú quien les acompañes a esa salida,
vienen a buscarte para contarte algo porque quieren saber también tu opinión,
el día que se van no lo hacen sin antes despedirse de ti, vuelven a llamar una
vez en la calle solo para decirte: todo me va bien.
Puedo
llegar a entender a esas personas que creen que querer es poder, que quien la
hace la paga, que quien esta así es porque se lo merece y que, esto, no es una
enfermedad, es un vicio. La diferencia está en que ellos no me entienden a mí.
No entienden que querer no es siempre poder, que ya lo pagan y solo quieren
intentar hacerlo bien de ahora en adelante, y que no es un vicio, es una
enfermedad.
Este
no es un camino de rosas, hay que renunciar a muchas cosas, hay que cambiar
muchos hábitos, hay que romper con toda una forma de vida para iniciar una de
nueva muchas veces a una edad en la que la sociedad espera que lo tengas todo
montado. Y esos cambio que se van haciendo poco a poco, a veces de un modo muy
imperceptible, pero de repente alguien te pica a la puerta, cierra la puerta
del despacho y te dice: Hoy mi hermana me ha llamado para pedirme que fuéramos
a hacer un café. Estaba de bajón. Tengo 36 años y es la primera vez que lo
hace.
Es
viernes, son las 00:37 de la noche. Estaba terminando unos registros antes de
escribir esto. Preferiría estar en casa o en el Razz esperando a Jeff Mills.
Pero a pesar de todo, me encanta mi trabajo.
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