Pronto va a hacer un año des de aquel viernes de reyes en el que nos
conocimos. Las cosas pasaron del mejor modo que podían pasar entre nosotras. El
interés de la una por la otra nació aquella primera noche, y poco a poco, la
amistad fue creciendo y madurando.
Sin darme cuenta de cómo habían pasado las cosas y en qué momento algo
cambió, pasó sin más. Las ganas de verla aumentaban, las ganas de estar con
ella a solas crecían, el nerviosismo antes de verla apareció, notaba como
quería hacer disminuir la distancia entre nosotras, como los abrazos eran cada
vez más intensos.
Hace ocho meses, no tuve más remedio que acercarme a ella, besarla y no
dejarla escapar. Nos pasamos una hora besándonos, abrazándonos, riéndonos,
mirándonos, hasta que recordamos que no estábamos solas. No dudé en ningún momento
en preguntarle si quería venirse conmigo a casa, aun a riesgo de recibir una
negativa. Pero no quería despegarme de ella y tenía que hacérselo saber.
Ocho meses más tarde sigo con esas ganas de verla, de compartir tiempo con
ella, de estar a solas con ella, y los abrazos, con cada día que pasa, más nos
unen. Doy gracias a la vida por haber hecho que nuestros caminos se cruzaran y
a ti, por querer camina a mi lado.
Te quiero Sandra.
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