Volvamos a hablar de la ley de la
atracción.
Vives esperando ese momento en el
que volver a ser tú. Todo a tu alrededor sigue su paso y sientes que te deja a
un lado. Pero un día ya no puedes más y decides actuar. Le das un vuelco a tu
vida, desistes de tu empeño en que todo cambie y lo haces tú. Nueva casa, nuevo
trabajo, nuevos estudios, nuevos amigos. Cuesta, es difícil romper con el
pasado, es difícil volver a empezar ahí donde poco te es familiar. Pero lo
tienes decidido: tu vida es tuya y lo vas a conseguir. Y lo consigues.
Es domingo, descansas en tu casa
después de un fin de semana intenso, lleno de cultura y ocio, lleno de
emociones con aquellas personas que ahora ya puedes llamar amigos. Por fin tu
mundo es tal y como esperabas que fuera. Y eres consciente de que todo lo que
te rodea te lo mereces por haber luchado por ello.
Recibes un mensaje. Aceptas la
propuesta. Y te paras a pensar si has hecho bien. Has jugado sin hacer trampas,
explicando las reglas del juego, repartiendo las cartas. Después, una primera
partida de prueba para dejarlo todo claro. Todas sabemos a que jugamos. Hoy te
han propuesto iniciar una nueva partida. Aceptas jugarla.
No quieres dejar de hacerlo. Es
tu vida y todavía queda mucho por jugar. Y jugar en este caso no deja de ser
vivir, experimentar, crecer y comprobar que todo lo que vas aprendiendo está
bien encajado en las piezas de puzzle que forman tu ser.
Y la curiosidad por saber si hay
algo mal colocado en ti te lleva a iniciar esta nueva partida desde cero, con
una nueva jugadora al frente, con unas nuevas cartas por repartir, pero siempre
con las mismas reglas.
Hasta que llegue el momento de
cambiarlas.
Si es que llega…
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