dissabte, 16 de juny del 2012

Desayuno


Aunque la inercia le haga abrir los ojos todos los días a las 7 de la mañana es sábado y no pretender empezar el día tan pronto. Se levanta para ir al baño y se vuelve a la cama. Adora aquella imagen: la mujer a la que ama y su pequeña durmiendo en la cama como dos angelitas. 

Se acerca y las besa a ambas, ambas reaccionan a su contacto. La peque se mueve, la mayor abre los ojos, la besa, le deja un hueco en la cama y parece hacer un esfuerzo por despertar pero el sueño la vence y vuelve a quedarse dormida abrazada a ella. Las tres vuelven a dormir.

Un par de horas más tarde vuelve a abrir los ojos y esta vez sabe que ya ha descansado lo suficiente y es el momento de empezar a disfrutar de su familia. Su hija sigue a su lado durmiendo a pierna suelta aprovechando que en la cama solo queda una de sus dos madres. La puerta de la habitación está abierta. Se estira al tiempo que su mujer pasa y la ve. Se la queda mirando desde la puerta con esa mirada que no ha cambiado desde el principio de su relación y espera a que termine de desperezarse. La perra que debía llevar un tiempo persiguiéndola en lugar de pararse se sube a la cama con cuidado de no molestar a la pequeña buscando sus caricias. El gato que estaba durmiendo en la butaca de la habitación abre los ojos y decide formar parte de aquella maravillosa estampa.

-Solo faltas tú- le dijo desde la cama.

Lo sabía y ante aquellas palabras se metió en la cama también. Pero la visión de aquello, la visión de haber hecho realidad el gran sueño de su vida cuando años atrás había renunciado a la posibilidad de que se cumpliera, la visión de haber encontrado la felicidad después de haber perdido la ilusión de volver a amar le encantaba. 

Ya con todas en la cama, la perra empezó a jugar, la peque se despertó con ello y se apuntó a la diversión y el gato se fue ante tanto ajetreo en busca de un lugar donde seguir durmiendo tranquilo. Al poco las dejó a las tres en la cama jugando mientras terminaba de preparar el desayuno que ya había empezado su mujer. Le puso de comer a la perra que salió de un salto de la cama y se metió en ella con las dos mujeres de su vida. Les había llevado un trozo de ese chocolate que tanto les gusta a las tres y después besarlas y decirles que el resto del desayuno estaba en la terraza:

-Os amo.


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