Hay cosas que no se pueden negar. Hay cosas que aunque las quieras disimular se notan. Y ella lo notaba. No era la única que quería alargar aquel instante el tiempo que pudieran. Aparentemente podían esperar cosas diferentes. Pero había algo en común entre ellas en aquel momento.
Ya lo habían hablado. Estaba claro que existía atracción entre ellas. Se miraban y se notaba. Aquella risa, aquella mirada, aquellas manos, aquella piel, esos labios, ese pelo, .... No podía dejar de mirarla hasta que tenía que apartar la vista de ella para coger aire y no lanzarse a besarla.
Podía entender que no lo hiciera, por eso no iba a ser ella la que diera el primer beso, o quizás si... ¿Y porque no? ¿Acaso no le había seguido el juego? ¿Acaso no seguía haciéndolo ahora que volvían a encontrarse? Seguir conociéndose y que las cosas pasaran cuando tuvieran que pasar... ¿Y porque no seguir conociéndose al tiempo que se descubrían acercando los labios de la una y la otra? Con esa proximidad que ofrece el sentir la humedad de la boca de la otra, dejando a las lenguas moverse libremente, recorriendo aquella frase que va desde su oreja hasta su hombro... Acariciando aquellos rizos que la hacían reconocerla en la distancia...
Volvieron a quedar para patinar y como la anterior vez se les hizo de noche sin apenas darse cuenta. Volvieron a cenar juntas y esta vez no esperó a que dijera que era hora de irse. Se lo dijo en cuanto supo que quería que se quedara.
-Estoy dispuesta a cumplir arresto domiciliario como castigo por robarte un beso.
-Ten cuidado, no sea yo la que incumpla la ley y te secuestre
No fue ni una ni fue la otra. Fueron ambas. Se acercaron lentamente la una a la otra y se besaron. Aquel primer beso fue dulce y tierno. Se separaron, se miraron y le cogió la cara, no pudo ni quiso evitarlo. Quería más. E hizo lo propio para obtenerlo.
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