Un día cualquiera. Una tarde cualquiera. Una noche cualquiera.
Aquel
día Miriam despertó sola en la cama, se duchó y se fue a trabajar. En
el trabajo todo fue de lo más normal, sin nada en especial a destacar.
Por suerte fue una mañana tranquila. Salió del trabajo y se fue directa a
casa. El día anterior le había dado por hacer de maruja de modo que no
tenía nada que hacer. Se tumbó en la cama, llamó a Júlia y estuvieron
hablando algo más de una hora como era habitual en ellas. Luego se quedó
dormida un rato. Se despertó con el tiempo para comer algo, prepararse
para ir a patinar y esperar a que Marta pasara a recogerla.
Como
todos los martes por la noche Marta y Miriam se fueron a las clases de
patinaje, la única diferencia era que al dia siguiente Miriam no habría
dormido apenas 5 horas por ello, sinó que empezaba las vacaciones. Al
estar haciendo vida normal podría parecer que no le hacían especial
ilusión, nada más allá de lo real. Solo que aquellas vacaciones las iba a
destinar a disfrutar de su dia a dia, teniendo muchas más horas para
dedicárselas a ella misma y a los suyos. Y empezaba con una gran amiga y
su deporte favorito. Obviamente le encantaría terminar el día abrazada a
la mujer que ama, pero eso tendría que esperar.
Aquel
día Marta había quedado con su chico por la noche de modo que nada más
terminarse las clases dejó a Marta en casa. Nada más entrar en casa
Miriam pensó que estaba todo muy recogido, pero conociendo a sus
compañeras de piso les podría haber dado por ordenarlo todo de nuevo. Se
fue directa a la cocina a por esa botella de acuarius que tenía siempre
en la nevera para cuando llegaba a casa de patinar, cuando antes de
entrar se encendió la luz y con ello la música.
Puede que nunca se vayan de paseo por las nubes, pero son estos pequeños detalles lo que hace que todavía hoy de envidia el verlas mirándose.
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