dissabte, 28 de juliol del 2012

Un día cualquiera. Una tarde cualquiera. Una noche cualquiera.

Aquel día Miriam despertó sola en la cama, se duchó y se fue a trabajar. En el trabajo todo fue de lo más normal, sin nada en especial a destacar. Por suerte fue una mañana tranquila. Salió del trabajo y se fue directa a casa. El día anterior le había dado por hacer de maruja de modo que no tenía nada que hacer. Se tumbó en la cama, llamó a Júlia y estuvieron hablando algo más de una hora como era habitual en ellas. Luego se quedó dormida un rato. Se despertó con el tiempo para comer algo, prepararse para ir a patinar y esperar a que Marta pasara a recogerla.

Como todos los martes por la noche Marta y Miriam se fueron a las clases de patinaje, la única diferencia era que al dia siguiente Miriam no habría dormido apenas 5 horas por ello, sinó que empezaba las vacaciones. Al estar haciendo vida normal podría parecer que no le hacían especial ilusión, nada más allá de lo real. Solo que aquellas vacaciones las iba a destinar a disfrutar de su dia a dia, teniendo muchas más horas para dedicárselas a ella misma y a los suyos. Y empezaba con una gran amiga y su deporte favorito. Obviamente le encantaría terminar el día abrazada a la mujer que ama, pero eso tendría que esperar.

Aquel día Marta había quedado con su chico por la noche de modo que nada más terminarse las clases dejó a Marta en casa. Nada más entrar en casa Miriam pensó que estaba todo muy recogido, pero conociendo a sus compañeras de piso les podría haber dado por ordenarlo todo de nuevo. Se fue directa a la cocina a por esa botella de acuarius que tenía siempre en la nevera para cuando llegaba a casa de patinar, cuando antes de entrar se encendió la luz y con ello la música. 

Creía que no iba a terminar el día como realmente le apetecía, pero ahí estaba Julia. Con la cena preparada y todo listo para montarle la mesa y tener aquella cena romántica que una noche le pidió. Julia la mandó a la ducha mientras ella le montaba la mesa. Cuando salió ya estaba todo preparado. Una banda sonora relajada, luz tenue, velas en la mesa, un par de copas de vino, la botella ya abierta para que respirara y algo que Miriam tuvo que preguntar que era porque todavía no había probado la exquisita comida colombiana.

Puede que nunca se vayan de paseo por las nubes, pero son estos pequeños detalles lo que hace que todavía hoy de envidia el verlas mirándose.

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