dilluns, 9 d’abril del 2012


Salía de su casa sabiendo que aquellos habían sido los últimos besos que se daban. Siempre supo que aquello tenía fecha de caducidad y por ello no dolía. No iba a olvidar aquellos labios fácilmente. Como tampoco iba a olvidar fácilmente cada rincón de aquel cuerpo del que tenía todavía mucho por descubrir. La imagen de su cuerpo desnudo no le iba a desaparecer de la retina en mucho tiempo. El recuerdo del roce de su piel la acompañaría durante muchas noches. El olor de su cuerpo que llevaba impregnado no se le iba a ir después de la ducha. Pero no dolía. Lo había aceptado de antemano. Y esta vez no perdía. Solo se iban sus besos…

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