dilluns, 4 de juny del 2012

Agarrósu mano con firmeza


-¿Vas a venirte a casa conmigo?
-Claro.

Pasó alrededor de una hora desde aquel primer beso hasta que salieron del local. Ya sabía que se iba con ella a casa pero eso no significaba que se quedase a dormir. No sabía exactamente qué significaba aquello para ella, y no quería ser una más. 

Quería disfrutar de aquella noche como lo había hecho hasta el momento. No le apetecía pensar sino sentir y dejarse llevar. Pero si había demorado el momento de besarla era porque esa mujer le importaba de verdad. Y lo último que quería era convertirse en una más en la lista de ligues de una noche.

Aquellas dudas se le disiparon nada más decidieron salir del local. No tuvo ni que esperar a salir a la calle y aunque aquel gesto no era una promesa de amor eterno, cosa que tampoco esperaba en aquel momento, si supo que, como para ella, aquello tenía más importancia que lo que podría ocurrir en las próximas horas. Le agarró la mano con firmeza y no se la soltó más que para despedirse de sus amigas, picar el billete de tren y subir al vagón. 
 
En aquel momento la sintió cerca, la sintió a su lado, y no se sintió una más. Cosa que un mes más tarde quedó corroborado. Aquello no empezó aquella noche con aquel beso, aquello se inició la misma noche en que se conocieron, con aquel primer billar juntas y aquella caminata para que no fuera sola al coche. Ese beso no fue más que la muestra de que a pesar de haber andado tonteando por ahí la que se había ganado un hueco en su corazón era ella. A la que había querido conocer era a ella. A la que quería a su lado era a ella. Ese beso que había querido salir semanas antes no pudo retenerse más aquella noche. 

Podía estar poniendo en juego una preciosa amistad. Podía conseguir todo lo contrario a lo que pretendía acercándose a besarla. Podía no ser más que un nombre más en una lista de ligues de una noche. Pero la firmeza con la que tomó su mano y no la soltó, más que para dedicarse a ella cuando la tuvo desnuda en la cama, le hizo tener la extraña certeza de que no saldría de su cama hasta que algún compromiso la llamara.

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