Eran poco más de las 10 de la noche cuando Miriam escuchó la puerta de casa.
Se había tumbado hacía un rato en la cama a leer y se quedó absorvida por aquella historia sin darse cuenta de como pasaba el tiempo. Al oir llegar a Julia cerró el libro y esperó a que entrara en la habitación. Esperando se quedó mirando fijamente la pared de enfrente de la cama. Al poco de irse a vivir juntas un día al llegar del trabajo Miriam se encontró una serie de notas por la casa que la iban guiando a la habitación, el lugar donde iba a encotrar una gran sorpresa que le había preparado Julia. Le había puesto corcho a toda esa pared y había colgado todas aquellas notas que tenían en uno pequeñito y aquellas que guardaban en un cajón por falta de espacio.
Después de unos meses aquella pared iba reduciendo su espacio libre. En el tiempo que hacía que estaban juntas no habían perdido en ningun momento esa magia del principio. Seguían mirñandose del mismo modo, seguían sonriéndose igual, seguían deseándose como el primer día, seguían adorando sentir la piel de la otra cerca, y seguían teniendo esos pequeños grandes detalles entre ellas.
Después de cenar y de pasar un rato disfrutando la una de la otra quedaron medio dormidas recostada Julia sobre Miriam. Esta, antes de apagar la luz y poner el despertador para el dia siguiente se puso a recordar que desde la primera noche juntas, no había pasado una sin ella que no echara de menos ese abrazo en el que se fundían contándose aquello que con las palabras no lograban expresar.
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