Sales de trabajar,
vas al metro para coger el autobús que te lleva de vuelta a casa y te la
encuentras ahí sentada, esperándote. Te ve y lo primero que hace es levantarse,
se acerca a ti para acortar aunque solo sea unos segundos ese reencuentro que
lleváis tanto esperando. Ves como sonríe, ves como te mira, ves como no hace
falta saludarse, ves como lo primero que queréis ambas es fundiros en uno de
esos besos que expresan más que cualquier palabra, esos besos en los que os
quedáis atrapadas…
A su lado el
trayecto a casa no se hace tan largo como de costumbre. Sigues estando cansada,
sigues teniendo ganas de llegar a casa, sigues necesitando dormir, pero todo en
su compañía se hace agradable de un modo que no importa cuánto tarde en llegar
aquello que esperas. Sin darte apenas cuenta has ya estáis en la cama, habéis
llegado a casa entre miradas, risas, besos y charlas.
Si durmierais solas
nada más tocar la cama os habríais quedado dormidas, pero el deseo no os deja
hacerlo. Necesitáis sentir la una le piel de la otra y el cuerpo hace por
conseguirlo sin que pudierais hacer anda por evitarlo si quisierais. Termináis
el día enredadas la una en la otra, os quedáis dormidas sin apena daros cuenta
entre besos y caricias.
Suena el despertador
y seguís enganchadas, os habéis movido por la noche, pero en todo momento lo
habéis hecho buscándoos la una a la otra. Abrir los ojos y seguir sintiendo
como la piel de ambas no baja de temperatura estando cerca os saca la primera
sonrisa del día. Por la persiana veis que ha salido el sol, parece que el día
acompaña a vuestra felicidad. Media hora más tarde lográis salir de la cama.
Ha valido la pena
esperar a encontraros.
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