dissabte, 1 de desembre del 2012

Me encanta mi trabajo




Sí, trabajo con yonkis, o puede que ya no, ahora son más farloperos porque la mayoría ahora ya no se meten por la vena quedándose tirados en la calle con la chuta enganchada al brazo, dejando las calles de ciertos lugares de Barcelona infectadas de jeringuillas llenas de sangre. 

Sí, trabajo con gente que ha hecho sufrir a sus familias perdiendo su rumbo y su vida por seguir metiéndose algo en el cuerpo que les dejaba anulados, llevándoles incluso a robar, a delinquir y a hacer daño a terceros en algunas ocasiones. Trabajo con gente que tiene órdenes de alejamiento, condenas de 20 años, que sus familias ya no saben cómo confiar ni en ellos, ni en que salgan de donde se han metido. Trabajo con gente a la que se le ha ido la cabeza de meterle tanta mierda a su cuerpo.

Trabajo con gente a la que le cuesta aceptar un no, a la que le cuesta esperarse a mañana a tener algo que quieren, a la que le das un brick de leche para compartirlo con los demás y se acuerdan de que no era solo para ellos después de tomárselo entero.

Pero ¿sabéis que? El consumismo no es una característica única de las personas que han sido adictas a alguna sustancia, porque ¿quien no quiere ese móvil nuevo que sale en televisión? ¿Quien no quiere esa nueva tablet que hace lo mismo que tu móvil y tu ordenador juntos? ¿Quien no quiere esas vacaciones que te las paga el banco bajo tu compromiso de devolver ese dinero y el doble en intereses? ¿Quien no quiere pasarse la tarde tomando unas cañas con los colegas en el bar cuando las litronas en casa cuestan muchísimo menos? ¿Quien no quiere ese cochazo con todos los extras cuando no sabes si podrás ponerle gasolina al mes siguiente? ¿Quien no quiere comprarse ropa siempre que le ingresan la nómina?

Yo lo único que sé es que trabajando por la reinserción social de personas drogodependientes me encuentro mucho más que gente que hace tiempo consumía drogas. Me encuentro con personas que lo han perdido todo y lo saben, y que al saberlo y sufrir emocional, física y en ocasiones también, mentalmente las consecuencias, quieren ponerle remedio, por ellos mismos y por todas aquellas personas a las que han dañado. Me encuentro con personas que cuando se dan cuenta que todos las negativas que reciben son por su bien, que se les escucha aun y que repitan las mismas cosas una y otra vez porque hay algo que se les resiste,  que no se les juzga sino que se les ayuda a conseguir lo que quieren, que por mucho que sea un trabajo nos comemos la cabeza por encontrar aquello que a cada uno de ellos les servirá, etc. Cuando se dan cuenta de que nosotros si creemos en el cambio, entonces, te sonríen cuando a ti no te resulta tan fácil, porque saben que tu les has sacado mil sonrisas antes; te preparan un café todas las mañanas para que empieces bien el día, se preocupan por que el día de tu cumpleaños también tengas esa postal que tu les has hecho personalmente a cada uno de ellos, se preocupan porque si te duele la barriga ese dolor desaparezca, esperan que seas tú quien les acompañes a esa salida, vienen a buscarte para contarte algo porque quieren saber también tu opinión, el día que se van no lo hacen sin antes despedirse de ti, vuelven a llamar una vez en la calle solo para decirte: todo me va bien. 

Puedo llegar a entender a esas personas que creen que querer es poder, que quien la hace la paga, que quien esta así es porque se lo merece y que, esto, no es una enfermedad, es un vicio. La diferencia está en que ellos no me entienden a mí. No entienden que querer no es siempre poder, que ya lo pagan y solo quieren intentar hacerlo bien de ahora en adelante, y que no es un vicio, es una enfermedad. 


Este no es un camino de rosas, hay que renunciar a muchas cosas, hay que cambiar muchos hábitos, hay que romper con toda una forma de vida para iniciar una de nueva muchas veces a una edad en la que la sociedad espera que lo tengas todo montado. Y esos cambio que se van haciendo poco a poco, a veces de un modo muy imperceptible, pero de repente alguien te pica a la puerta, cierra la puerta del despacho y te dice: Hoy mi hermana me ha llamado para pedirme que fuéramos a hacer un café. Estaba de bajón. Tengo 36 años y es la primera vez que lo hace. 

Es viernes, son las 00:37 de la noche. Estaba terminando unos registros antes de escribir esto. Preferiría estar en casa o en el Razz esperando a Jeff Mills. Pero a pesar de todo, me encanta mi trabajo.


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