Semana entera de trabajo.
Faltan 5 horas para que termine.
El cuerpo lo nota. El cansancio apremia. El estrés laboral empieza a no ser
canalizable.
Desde siempre he deseado en estas circunstancias que llegara la hora de
salir. De llegar a asa. De encontrarme con los míos para desconectar. O de
relajarme yo sola y así poder descansar de verdad.
Hace algún tiempo ya que cuando se hacen las 00:00 y salgo por la puerta
del trabajo no me hace falta llegar a casa para desconectar. Encuentro rápidamente
unos brazos que me ayudan a dejar de pensar en lo que dejo detrás. Que me
trasmiten todo aquello que las palabras no llegan a poder expresar. Que me
recuerdan que aquello en lo que dejé de creer existe de verdad. Esos brazos, sus
brazos…
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